El milano y la culebra

Como todas las primaveras, la culebra salía a tomar el sol a una roca que estaba situada cerca de un caudaloso río. Un lugar que era calentado suavemente por los rayos solares, en el que además de calentar su alargada anatomía, podía conseguir fácilmente toda la comida que su estómago deseara.

Casi a punto de marcharse a su hogar, un milano la capturó sin que la pobre culebra pudiera hacer nada para impedirlo. En un abrir y cerrar de ojos, ambos se encontraban surcando los aires. Dándose cuenta del cruel destino que la esperaba, la culebra consiguió dársela vuelta y morder una de las patas de su secuestrador.

Al sentir el mortal mordisco, el milano comenzó a caer de forma descontrolada, dando con sus huesos en el fondo de un profundo precipicio. Viéndose libre y sin ningún hueso roto, la culebra exclamó:

- ¡Necio! Mira cómo te ves por querer hacerle daño a alguien que nunca se había cruzado en tu camino. Por culpa de tu insensatez, has sido terriblemente castigado.
MORALEJA
Nunca le hagas daño a tus semejantes, ya que puede que aunque no te des cuenta, su fortaleza sea mayor que la tuya y te obligue a reparar el daño realizado
El milano y la culebra

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