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Viendo tan apetitoso manjar en boca del otro can, pensó en arrebatárselo y así disfrutar de un botín aún mejor del que ahora gozaba. Así que, sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre el agua preparado para luchar con su rival por el trofeo, pero al hacerlo, no encontró rival alguno, puesto que la imagen que había visto no era sino la suya propia reflejada sobre las cristalinas aguas del riachuelo.Confuso y decepcionado, el perro se dispuso a regresar conformándose con el hueso que había encontrado anteriormente, pero pronto cayó en la cuenta de que, al lanzarse al río, éste había terminado hundiéndose en las profundidades del mismo.
Desencantado y hambriento, el perro regresó cabizbajo entre lamentos. Su ambición le había llevado a perder su valiosa presa por conseguir otra mejor que nunca obtuvo