El labrador y el toro

Tenía un toro la mala costumbre de embestir con sus cuernos a todo ser viviente que se le acercara, hasta a su propio amo, hasta que este, cansado de los ataques del animal, decidió cortárselos.

Pero el toro, que era muy bravo y peleón, no se aplacó, y aunque no tenía cuernos ya, cogió la costumbre de escarbar la tierra con sus pezuñas, llenando de polvo y arena a todo aquel que estuviese cerca y ensuciándolo todo.
Viendo que era peor el remedio que la enfermedad, consultó con otro labrador amigo suyo:

Tengo un toro que no hace más que causarme perjuicio. Primero embestía a todo el que se le acercase, hasta a mí mismo, y por ello mandé cortarle los cuernos. Y ahora que no los tiene, se pasa el día escarbando la tierra

¿Y para qué te sirve tener un animal así?. Mejor entrégaselo al carnicero para que lo ajusticie, que de más provecho te será su carne que mantenerlo vivo

El labrador siguió el consejo de su amigo y aquel toro terminó en el matadero.

MORALEJA
Quien mal anda, mal acaba, y su propia tumba cava
El labrador y el toro
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