>
No pasó mucho tiempo cuando el cazador notó que una de ellas había caído en su trampa, y al acercarse para ver de qué tipo de ave se trataba, comprobó que el imprudente no era otro que un pequeño jilguero de vivos colores.Este, al verse preso entre sus manos, dijo al cazador
“¡Ay de mí! Si yo hubiera previsto tu traidor engaño, ten por seguro que no hubieses logrado atraparme por astuta que fuera tu trampa”
A lo que el cazador respondió:
“Es que en mi trampa sólo caen los descuidados que no se guardan de los engaños, y como tú eres uno de ellos, por eso ahora corres la suerte que mereces”.
Así pues, el jilguero, por confiado, tuvo un triste final.
MORALEJA

Del traidor y el malintencionado debemos siempre guardarnos con cuidado
