La oveja esquilada

Llegado el verano, era costumbre que los pastores llevasen a sus ovejas a esquilar para librarles del calor que les proporcionaba su lana en la época estival. Además, los pastores usaban esa lana para venderla a las fábricas textiles cercanas al pueblo, con lo que también obtenían sustanciosos beneficios.

El esquilador que siempre llevaba a cabo esa tarea había caído gravemente enfermo, por lo que los pastores tuvieron que buscar ese año a otro que se encargase. Se presentó allí un hombre diciendo ser esquilador de profesión y tener las herramientas necesarias por lo que, como tampoco conocían a ninguno más, aceptaron hacerle el encargo de afeitar a sus ovejas.

Comenzó el hombre a trabajar con los rebaños y no hacía sino dejar a las ovejas maltrechas por la poca pericia que demostraba realizando aquel trabajo. Después de que muchas de ellas pasaran por sus manos y acabaran llenas de heridas le tocó el turno a una que tenía por costumbre no callarse. Y así, cuando el hombre comenzó a esquilarla de tan malas maneras, la oveja se dirigió a él para decirle:

Si lo que deseas es mi lana trata de rasurar un poco más arriba, pero si lo que anhelas es mi carne, mátame de una vez en lugar de andar arrancándomela poco a poco

MORALEJA
Es del hombre obligación ejercer bien su profesión
La oveja esquilada
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