El pastor y el mar

Estaba un pastor cierto día paseando su rebaño cerca del mar cuando admirado por su belleza se quedó mirándolo y advirtió lo tranquilo y calmado que estaba. Imaginó su mente surcarlo en busca de aventura y riquezas, y no mucho más tarde aquel pastor hizo realidad su deseo. Embarcó su rebaño rumbo a otras tierras donde lo vendió cosechando buenas ganancias.

Pensó entonces que si dedicaba esas ganancias a comprar dátiles y frutas exóticas, podría repetir la operación en sus propias tierras, donde aquellos productos no se encontraban y por los que obtendría un sustancioso beneficio vendiéndolos.

Así lo hizo y destinó todo el dinero logrado por la venta de sus ovejas a comprar dátiles y frutas. Embarcó una vez más destino a casa, pero cerca de la costa su barco se vió sorprendido por una furiosa tormenta, que lo hizo naufragar.

El pastor nadó y nadó con todas sus fuerzas hasta lograr llegar llegar a la orilla, y una vez allí, aunque feliz por haber salvado la vida, se dio cuenta de lo desgraciado de su suerte. Ahora no tenía ni rebaño, ni dinero, ni frutas. Lo había perdido todo y estaba en la más absoluta ruina.

Pasaron los años, y con mucho esfuerzo y trabajo el pastor logró reunir de nuevo para un pequeño rebaño, al que llevaba a pastar cerca del mar. Un día, mirando la quietud de éste, oyó sobre su hombro la voz de un amigo, que le decía:

“Tranquilo se ve el mar. ¿Por qué no te decides a sacarle nuevamente provecho?”

“Desengáñate amigo mío”, -respondió- “si el mar se aquieta es porque más frutas quiere”

MORALEJA
No pierde bienes ni paciencia quien saca enseñanza de la experiencia
El pastor y el mar
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