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Croaron y croaron sin descanso a la espera de que se atendieran sus demandas, hasta que los dioses, cansados de tanto alboroto, decidieron lanzarles un grueso tronco que cayó con gran estruendo en sus aguas. Las ranas, asustadas, se escondieron y permanecieron en silencio ante la llegada del que consideraban su nuevo rey.Pero pasado el tiempo y viéndolo inmóvil, las ranas comenzaron a perderle el respeto y a subirse encima suya, haciendo burla de un rey quieto como un pasmarote que no servía para el propósito de poner orden en la charca.
Así pues, comenzaron a croar de nuevo e incluso más fuerte, para que los dioses les mandasen un nuevo rey. Estos, indignados ante su insistencia, les enviaron una serpiente gigante que tal como llegó las devoró a todas.
MORALEJA
Pedir sin mesura solo trae amargura