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“Señor lobo, ¿Qué queréis de mí si no tengo más que huesos y pellejo? Dentro de quince días es la boda de la hija de mi amo, y habrá viandas para todos. Dejadme libre ahora y entonces podréis comerme gordo, lustroso y relleno”Pasaron los días y al alcanzarse la fecha señalada, el lobo bajó desde el monte al caserío donde vivía el perro flaco. Pero cuando lo llamó para cumplir el trato y devorarlo, éste apareció acompañado de un mastín grande y fuerte al que apodaban “Matalobos” por su fiereza.
Cuando el lobo entendió que el devorado iba a ser él, corrió y corrió con todas sus fuerzas para escapar de aquel mastín, mientras pensaba en su necedad al haber renunciado a comer al perro flaco cuando tuvo ocasión, a cambio de una promesa que el viento acabaría por llevarse