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Así, una tarde, y no queriendo ser menos que aquellas aves con las que hablaba, la paloma comenzó a alardear de lo único que podía, su fecundidad:“Pues yo he sido ya madre en muchas ocasiones y casi todas las pequeñas palomas que aquí veis son mis crías. A ver si alguna de vosotras es capaz de ser tan prolíficas como yo lo he sido”
Una corneja que aquella tarde compartía charla con la paloma, de inmediato le advirtió
“Mejor será que dejes de fanfarronear, pues bien sabido es que cuantos más hijos tengas en este palomar de más servidumbres habrás de lamentarte, ya que ninguno de ellos tendrá una vida mejor que la tuya.”
MORALEJA
No podrá conocer la felicidad quien hijos tiene privado de libertad.