>
No tardó en notar como la caña se movía, y tirando hacia arriba sin mucho esfuerzo, sacó a la superficie a un pececillo diminuto. Mientras realizaba la maniobra de quitar el anzuelo para echarlo a su cesta, el pececillo abrió la boca todo lo que pudo e , imploró al pescador lo devolviese al agua de donde lo había sacado.¿Por qué debería yo atender tu ruego?, preguntó el hombre.
“Ahora soy muy pequeño , no valgo gran cosa ni apenas tengo carne. Si me dejaras marchar podrías pescarme cuando fuese mayor, y entonces sí que sería un bocado apetitoso para ti y para tu familia, con el que podrías alimentaros todos” Pero al pescador no parecieron convencerle mucho sus razones, y replicó:
“¿Pescarte más adelante?… Jamás escuché mayor locura.. ¿Quién me puede asegurar que en un futuro tendré la fortuna de volver a dar contigo en un mar tan grande y volverte a pescar? ¡Ah, gañán, tus tratas para escapar no te valdrán conmigo! ¡Resígnate a tu mala suerte porque en vez de al mar vas a la cesta y luego a la sartén!.”