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Primero instaló una gran nevera en su barco, pero los clientes de los restaurantes se quejaron de que el pescado congelado no tenía el mismo sabor.Entonces decidió que en lugar de la nevera instalaría una pecera gigante, donde mantendría a los peces vivos hasta llegar a puerto, y así poder ofrecerlos vivos y con toda su frescura.Pero tampoco funcionó, porque los exigentes comensales de los restaurantes notaron que la carne estaba muy mala debido a que los peces se mantenían mucho tiempo inmóviles en la pecera Entonces el pescador tuvo una idea arriesgada. Introdujo un tiburón vivo dentro de la pecera.
El resultado fue que muchos de los peces no llegaron vivos y terminaron convirtiéndose en alimento para el tiburón, pero los que lo hicieron eran los más frescos que podían encontrarse en el puerto. ¿La razón? Los peces no tenían otra opción que mantenerse alerta y en movimiento ante la amenaza de ser devorados.
MORALEJA

Ante el desafío y el reto se gana el hombre el respeto
