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“Al fín descansaremos en paz!” exclamaron los árboles del bosque al unísono.El leñador fue pidiendo uno tras uno a cada árbol que le permitiesen tomar una rama para reconstruir el mango de su hacha, bajo la promesa de que, sí lo hacían, marcharía muy lejos de allí y nunca regresaría a ese bosque.
Todos los árboles se negaron excepto uno que, conmovido ante los ruegos del leñador, accedió a sus peticiones.
Cuando el leñador hubo tomado la rama y reconstruido su hacha, lo primero que hizo fue comenzar a talar el árbol que se había apiadado de él.
“¿Así pagas el servicio que te presté?” exclamó. ”¿Quitándome la vida?” Pero el leñador, lejos de conmoverse, golpeó aún con más fuerza hasta derribarlo
MORALEJA

No cierres trato con el hombre ingrato
