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Viendo cercano su final el ruiseñor trató de convencer al águila de que le dejara libre y para ello no se le ocurrió otra cosa que decirle lo siguiente:“Señora águila, permitidme que os dé un consejo. Yo soy un pájaro muy pequeño y conmigo no lograreis saciar vuestra hambre, así que mejor sería si me soltaseis y buscaseis una presa de mayor tamaño.”
Pero el águila sabía que aunque fuese cierto, mejor era un pequeño bocado que nada, y le respondió:
“Por muy estúpida debes tomarme pequeño ruiseñor, si crees que voy a soltarte por otra presa a la que ni siquiera he visto aún” Así que el ruiseñor no pudo librarse de su triste final y sirvió como alimento al águila hambrienta.
MORALEJA

Dejar por una ilusión lo afianzado, es comportamiento equivocado
