El galán y la dama

En el París del siglo XVIII, había un apuesto galán, por el que todas las mujeres de la capital suspiraban. Una fama, que no solo debía a su belleza, sino a la enorme cantidad de trajes que formaban parte de su ropero. Tal era su obsesión por la moda, que para cada ocasión un nuevo traje estrenaba y las mejores joyas de los orfebres de la ciudad, adornaban su pecho y sus manos.

Pero tanto derroche le acabó pasando factura, ya que el día del cumpleaños de su dama más querida, en lugar de las últimas joyas creadas por los más elegantes orfebres, se ve obligado utilizar unas hebillas de estaño. Convencido de que nadie notaría el cambio, se presentó muy ufano en la fiesta de la dama.

- ¡Que hermosas hebillas de plata portáis en vuestras botas esta jornada! ¡Su fulgor es tan intenso como el del mismo sol! –dijo la dama con evidente sorpresa.

- Claro está, que no hay en París, nadie con mejor gusto para el vestir que vos

MORALEJA
Al que buena fama le precede, cualquier cosa le aplauden.
El galan y la dama fabulas con enseñanzas

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