El aguila y la flecha

Un águila permanecía vigilante en lo alto de la montaña, desde donde solía colocarse para poder divisar la llegada de las liebres que correteaban por la ladera. Desde allí podía localizar a sus presas, a las que, una vez seleccionadas, atrapaba con un vuelo rasante y con las que luego alimentaba a sus pequeños.

Pero ignoraba el águila que, situada en aquella posición, era muy vulnerable y por tanto presa fácil de los cazadores que en ocasiones recorrían aquellos montes. Y fue uno de ellos quien, viéndola allí parada, lanzó una flecha con certera puntería que atravesó el cuerpo de la majestuosa águila, haciéndola caer desde la cumbre en la que estaba situada vigilando las montañas.

Cuando, agonizante, comprobó que el motivo de su inminente muerte no era otro más que una flecha que había sido elaborada con plumas de un águila de su propia especie, exclamó con tristeza y resignación:

¡Qué desgracia, terminar mis días por causa de las plumas de una de las mías!

MORALEJA
Acaba doblemente dañado quien con sus propias armas resulta derrotado
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